lunes, 25 de octubre de 2010

La Bendición de un Anciano

Hay buenos hijos que saben estar al lado de sus padres en la ancianidad, dándoles amor y estimulándolos; pero hay otros que, lamentablemente, los relegan a segundo plano. Explicaciones hay mil. Lo cierto es que, llegado el momento en que deben mostrarles mayor comprensión y apoyo, se alejan de ellos por falta de paciencia o por comodidad. De allí lo oportuno de una hermosa reflexión escrita por Phil Bosmans.

Bendito eres, si comprendes que mis manos tiemblan y que mis pies se han vuelto lentos.

Bendito eres si te acuerdas que mis oídos ya no oyen tan bien y que no entienden todo.

Bendito eres, si sabes que mis ojos ya no ven bien, si no te enojas porque deje caer la taza mas bonita o porque, por enésima vez, te repito el mismo cuento.

Bendito eres si me tratas con ternura, entiendes mis lagrimas silenciosas y me haces sentir que soy amado.

Bendito eres si te quedas un poco mas de tiempo conmigo y me agarras la mano un ratito cuando debo entrar solo en la noche, la noche de mi muerte.

La soledad de los ancianos es una de los mas tristes realidades de nuestro tiempo, en el que se privilegia lo practico, y en el que ni las familias ni el estado se sacuden de su negligente indiferencia. Esta reflexión de Bosmans debe servir para sensibilizarnos frente a un drama tantas veces postergado que debemos resolver con amor y desicion.

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